El “rroquita”

7 de March de 2007. Escrito por Marcela.

Hildesheim, 6 de marzo de 2007

(Lamentablemente por fallas técnicas no pude subir esta página ayer)

Hola papito querido:

Ayer “hablé” con el ñaño y me contó que se compró su carro, noticia que me ha alegrado mucho pues ya tengo tres carros: el tuyo, el de la Sil y el del Polo, ja,ja,ja.

Hace algunos años leí el libro “Los Sacramentos” de Leonardo Boff en el que de forma muy profunda argumentaba por qué los “Sacramentos”, como el bautizo, la confirmación, el matrimonio, etc., servían para unirnos con Dios y, a diferencia con la catequesis tradicional, explicaba que estos sacramentos de la Iglesia son como aquellas “cosas” de la casa que amamos porque alrededor de ellas se formaron una serie de ratos felices y que al evocarlas traen a la mente y al corazón esos momentos. Para nuestra familia Gualotuña Macas un sacramento en el que confluyen una serie de recuerdos será, sin duda, nuestra GMC del año 56. Tú, en un determinado momento, la bautizaste con el nombre de “rroquita” que es un especie de anagrama de carrito, porque parece un carro blindado frente a los de ahora.

El carro sirvió para traer a mamá de la maternidad cuando dio a luz a la Sil y algunos años más tarde para dejarla en la maternidad para que naciera la Adri (tengo de este momento la imagen de estar abriendo la puerta a mamá y yo vestida con el uniforme del colegio Idrobo). Sirvió, además, como carne de cañón para traer agua de la Chorrera para cuando construimos la casa de la Libertad o para entregar material o comprarlo. El carro, a mí y a mis hermanos, nos sirvió muchas veces para estudiar (adentro, en la ferretería, era oscuro y frío, y en el carro había mucha luz y era calientito, ¿será por eso que yo gustosa estudiaría sentada en el sol?), a ti para leer el periódico o simplemente para “encerrarse” a hablar con mamá.

En el carro llevaste a la escuela a la Adri y a la Sil, y a nosotros nos acercabas a la universidad y a la politécnica. Una anécdota chistosa es cuando te pararon unos policías porque, según ellos, estabas “lucrando” pues llevabas tanta gente dentro, es decir a tus cuatro hijos, a tu esposa y a una compañerita de la Adriana, y tuviste que aclararles que éramos tu familia, ja,ja,ja.

El carro fue el sitio de las esperas para llevarnos a la casa cuando estábamos en la universidad, primero yo en la Católica, luego para encontrarnos en la Marín cuando mi hermano venía de la ESPE y, tiempo más tarde, en la Salesiana con la Sil. Estas esperas en el carro nos sirvieron para hablar mucho a todos, para contarnos lo que habíamos hecho en el día o para hablar de las cosas que ocurrían en el país o en la familia.

En el carro tuvimos muchos paseos familiares al Quinche, a Baños, a Riobamba, al Cinto. El Joaquín tenía tres meses y era mejor que no vaya con ellos a pie al Cinto. Yo todavía no estaba tan bien de la columna y tu estabas recién operado de la vesícula, por lo tanto tuvimos sólo tú y yo el privilegio de llevar al Pequeñeque con nosotros en el carro. ¿Recuerdas esa vez que en Riobamba sirvió para llevar el ataúd de alguien que falleció al cementerio de Guano?

En los últimos años, me ibas a dejar al colegio o a la universidad en los que trabajaba. Además, en él me ibas a despedir con mamá al aeropuerto cada vez que me tocaba hacer un viaje de trabajo o de vacaciones. Cuántas cosas contaría el “rroquita”, si pudiera, cuántas cosas han pasado y hemos pasado por él.

Muchas personas empezaron a decirte que por qué no lo vendías, pero se había vuelto parte de la familia. Además, nadie podría pagar todo lo que significaba para nosotros. No hay extranjero que no se quede mirando el carro y para muchos de los nacionales es una pieza de museo. Para nosotros, un sacramento de hermosos recuerdos.

Cuando te fuiste, resintió mucho pues no se acostumbraba al manejo del ñaño y tampoco el ñaño entendía muchos sus mañas. Ahora ya se entienden y parece que vamos a tener un “rroquita” renovado. Además, el Mau y yo hemos hablado de que “René” (Volkswagen Golf) también nos debe extrañar mucho porque, como bien dice Mauricio, “ya conocíamos sus mañas”.

Que el nuevo “miembro” de la familia (el Rodeo) sea una nueva bendición y que sobre él vayamos teniendo también otro sacramento familiar, al igual que veo que ya ha comenzado a ser el de la Sil.

Bendícenos mucho siempre papito,

Marcela